EL ENCUENTRO


A ella, la rabia la consumía pues no podía soportar que por el espejo retrovisor leyera en los labios de aquel tipo “eres una perra estúpida”; sabía que a veces era un poco distraída, pero nunca se daba una vuelta prohibida o se pasaba una luz roja de manera intencional, aunque sucediera más veces de las que ella hubiera deseado. A él, la impotencia lo hacía sentirse vulnerable, después de que aquel grupo de jóvenes le gritara "anciano decrépito imbécil" y lo invitara a bajarse del auto para pelear por su hombría, tras hacer ese viraje brusco delante suyo; sabía que perdería y por eso prefirió seguir su marcha, a pesar de que según su criterio ellos habían sido los culpables. Así, ella y él, él y ella, se encontraron algunos metros más adelante, cuando una colisión frontal los hizo rozar sus labios mientras volaban sin control al atravesar el cristal que los protegía del viento. Los curiosos aseguraron que de no ser por la gran cantidad de sangre, habría sido una escena de amor perfecta.

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