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Mostrando entradas de abril, 2015

EL PRIMER ACERCAMIENTO

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Hoy va a nacer tu nuevo hermano, justo en este día que es tan importante para ti, no porque él vaya llegar a esta tierra que parece desconocernos cada vez más a causa de nosotros mismos -como si nos hubiéramos convertido en sus hijos bastardos- sino simplemente porque es tu cumpleaños. Aunque todavía hay muchas cosas que no entiendes, quieres empezar a comprenderlas, y te preocupas en especial por el paso del tiempo; la muerte todavía es ajena a tu conciencia y una ínfima parte de la interrogante de la vida se asoma desde lo más recóndito de tu habitación cuando apagas la luz. Por ello, pretendes que hoy que cumples años, tus padres te regalen un reloj de pulso, pues hace unas semanas te dijeron que todavía eras muy pequeño para tener un teléfono celular; además, notas por primera vez que el calendario con imágenes de perritos que colgaron en tu pared sí tiene una utilidad y -aunque tu mamá ya lo había hecho con un plumín de color rojo- sientes la necesidad de remarcar el dí

El río de los remedios

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Una corriente fétida apacible. Un viento gris humedecido. La lluvia ácida excitada. Lágrimas sobre despojos. Un río con vísceras hinchadas. La sombra de un asesino que lo destripa. Un interno putrefacto que se desborda. Sudor sobre los rostros. Las chozas de lámina inundadas. La madera flotando sin rumbo. Una mujer estirando el brazo. La angustia que moja. Un niño flotando sin rumbo. Los gritos viajando por el agua. El cielo que deja de llorar. La gente con lágrimas sobre el agua. Una laguna fétida apacible. La esperanza que desaparece y nace con el río.

DE HIPNOS Y TÁNATOS

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  No sé cuánto tiempo llevo aquí, en esta oscuridad a medias. Puedo moverme poco, o más bien inclinarme hacia adelante a causa estas cadenas que me sostienen. Al menos no siento frío, y debe ser por esa fogata que escucho detrás de mí. Apenas ahora es que tengo conciencia de ello, de que estoy encerrado en algún lugar. Me está dando sueño, mucho sueño… Empiezo a imaginarme las nubes, algunos árboles robustos y otros flacos alrededor de la zanja, el viento inquietando las hojas, llevándose todo, todo a su paso, hasta mis memorias. Creo que empiezo a despertar – ¿o seguiré soñando? -, pero otra vez no sé nada del tiempo. Siento que puedo abrir un poco los ojos. Están pesados, los párpados pesan como dos palas pegadas una contra la otra, como esas que se utilizan para trabajar el campo. Alcanzo a distinguir entre mis pestañas algo distinto a esos puntos de colores difusos sobre un fondo negro que siempre veo. Es una pared rugosa, color café profundo, con sombras. Trato de abrir