Literatura y naturaleza V

Ahora, abordaremos de forma breve algunos escritores y poetas mexicanos que han tratado el tema de la naturaleza de diversas formas dentro de su obra. En el siglo XVII, es posible destacar a Sor Juana Inés de la Cruz, o Juana de Asbaje, una religiosa de la Orden de San Jerónimo y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español; entre su amplio trabajo literario se encuentra la obra de teatro El divino Narciso en la que, además del personaje de la mitología griega, existe otro llamado Naturaleza Humana, quien en el acto tercero dice:
De buscar a Narciso fatigada
sin permitir sosiego a mi pie errante
ni a mi planta cansada
-¡qué tantos ha ya días que vagante
examina las breñas
sin poder encontrar más que las señas!-
A este bosque he llegado –donde espero
tener noticias de mi bien perdido-
que si señas confiero,
diciendo está del prado lo florido
que producir amenidades tantas
es por haber besado ya sus plantas.

Aquí es posible observar no solo alusiones a la naturaleza, sino que estas se mezclan con las del personaje Naturaleza Humana para comparar la confusión que le aqueja por no encontrar a Narciso con la maleza y el bosque, y establecer un paralelismo entre la planta del pie y las plantas del “prado florido”, que entran en contacto para comunicar al ser humano con la naturaleza.

Otro de los periodos literarios relevantes no solo en México sino en muchas partes del mundo es el del Romanticismo, cuya mayor relevancia se diera durante el siglo XIX. La palabra “romance” se refiere a las lenguas o idiomas derivadas de la lengua romana, es decir, del latín; en este movimiento artístico y literario, la naturaleza y los paisajes se toman como inspiración para reflejar estados de alma y sentimientos nacionalistas. Entre sus principales representantes de México se encuentra el poeta Manuel Acuña.


Para el siglo XX, existen varios escritores mexicanos que de alguna u otra manera relacionan su actividad literaria con la naturaleza. Por ejemplo, Juan Rulfo, tanto en su novela Pedro Páramo como en los cuentos que integran El llano en llamas sitúa a sus personajes en entornos rurales, haciendo de la vida en el campo el objeto de su obra. En relación a esto, Pedro Páramo comienza de la siguiente manera:

Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.
       El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja.»
      —¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
      —Comala, señor.
      —¿Está seguro de que ya es Comala?
      —Seguro, señor.
      —¿ Y por qué se ve esto tan triste?
      —Son los tiempos, señor.
       Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: «Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche.» Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma... Mi madre.

Aquí, la naturaleza sirve como escenario para anticipar lo que Juan Preciado, hijo de Pedro Páramo, encontrará al llegar a Comala inmerso en un calor intenso y molesto mientras recorre un paisaje árido, que contrasta con los recuerdos de vegetación viva que su madre le trasmite antes de morir.
Por su parte, José Emilio Pacheco Hace poesía de su observación de los animales y la mezcla con la naturaleza humana en su Álbum de zoología, en el que escribe sobre cangrejos, hormigas y zopilotes entre muchos otros seres vivos. Así, del mono dice:
Cuando el mono te clava la mirada
Estremece si no seremos
Su espejito irrisorio y sus bufones
(“El espejo de los enigmas”).

Y sobre el gorrión, que
Baja a las soledades del jardín
Y de pronto lo espanta tu mirada.
Y alza el vuelo sin fin,
Alza su libertad amenazada.
(“Un gorrión”).


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